El mundo de este lado de la General Paz tiene otras gegrafías y otras razas y es rico en crónicas no muy exploradas.
domingo, 26 de julio de 2009
ESA MUJER
Como se cumplen 57 años de la muerte de Evita, recordé lo que se hablaba en casa cuando yo era chica. Y la verdad, de política se hablaba poco, porque el que estaba interesado en la política y en las luchas gremiales era mi abuelo, que vivía en Córdoba. Se hablaba de Eva, porque se la respetaba y se la veneraba. Y yo amé a Evita desde entonces .
De grande, hice la revisión que requiere el alejamiento de la niñez y la pretendida mirada racional de la adultez y comprobé por qué se sostenía esa imagen.. Evita le dio a mi familia un laburo digno y con ellos la posibilidad de ladrillos, casa, sueños, hasta la colonia de vacaciones : la dignidad negada por ser cabecitas negras; la esperanza . Sin su aporte, el viejo hubiese sido un analfabeto confinado a las changas al alcoholismo, al desamparo de los sin casa. Evita no le dio sólo la máquina de coser y el pase de ferroviario, vamos.
Bendito el odio que despertó en las familias bien, en las altas esferas, en la intelectualidad de biblioteca de babel y en los uniformes de los recios.
Un día –recuerda Benítez– íbamos en el auto a la residencia cuando ella advirtió que en la puerta de un Banco una anciana lloraba. Hizo detener el auto y cuando se enteró que no le habían pagado la jubilación por una cuestión burocrática, entró con ella al Banco –y yo detrás, porque iba sin custodia– y dijo bien fuerte, en el medio del salón: ¿Quién fue el hijo de puta que le dijo a esta señora que viniera otro día? Esa era Evita”. (Así, los gobiernos populares “violan las instituciones liberales” con escándalo de los gorilas.)
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Luego vino la contrarrevolución y secuestraron su cadáver. Al devolverlo, dieciséis años después, en 1971, en Puerta de Hierro, abrieron el féretro y resultó evidente que la habían golpeado hasta quebrarle la nariz y hacerle un tajo profundo en el cuello. Tal era el odio, a niveles tan altos como, por contrapartida, la veneración de su pueblo. Perón sólo dijo la palabra que correspondía a ese furioso ensañamiento clasista: ¡Miserables!. (Por Norberto Galasso en, Miradas al Sur)
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5 comentarios:
Tantas mentiras se escucharon por aquellos años. Por ejemplo que le extraían sangre a los niños porque Evita estaba enferma, que los cabecitas negras plantaban perejil en el bidet o que sacaban los pisos de parquets para hacer asado. Todas goriladas que no pudieron acallar el sentimiento de un pueblo.
Gracias por recordar a Walsh en el título del post
Las goriladas siguen igual, los medios se encargan sutilmente de mantenerlas vivas...besos desde el gba
Hola, me gusta leerte, en tu sangre debe haber muchos genes de tu abuelo.
La verdad que está bueno ser despreciado por cierta clase de gente, sí, es una bendición.
Saludos
Si claro, yo no quise poner las fotos crudas pero si vos te animas. claro méta...
Hermosa anécdota y muy bien escrita.
Nos estamos leyendo. Te incluyo en mi blogroll
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